La sublevación de los mudéjares en 1264, las dificultades económicas y los continuos ataques de las tropas musulmanas de Granada en la frontera y de los benimerines en el Estrecho, obligaron a Alfonso X a recurrir a las Órdenes Militares, para que le ayudasen en el proceso de conquista de la zona. Por otra parte, la ciudad de Sevilla devolvió los señoríos de Morón y Cote porque sus rentas no alcanzaban para mantener tantos castillos.
La villa de Morón fue cedida a la Orden de Alcántara por medio de una bula fechada el 14 de diciembre de 1279.
A pesar de este documento, la Orden de Alcántara no debió establecerse en Morón de forma definitiva. Según Bohórquez Villalón, existieron cartas dónde Morón hacía requerimientos a Sevilla para que le enviase socorro contra los continuos ataques musulmanes y esta ciudad no acudía, lo que da a entender que la Corona se desentendía de la villa porque ya había sido entregada a la Orden de Alcántara y ésta no podía hacerse cargo de su defensa por los continuos ataques de benimerines en el Estrecho y las incursiones de árabes por la zona de Cádiz.
Tras la llegada al trono de Sancho IV, en 1285, éste confirma los privilegios otorgados por su padre, Alfonso X, a la ciudad de Sevilla, dándoles por términos Morón y Cote, a pesar de la cesión hecha anteriormente a la Orden de Alcántara. Sin embargo, en ese mismo año, cederá a la Orden de Alcántara los castillos de Morón y Cote, como recompensa por los servicios prestados y encargándose de la defensa militar de la zona. En estas fechas, la villa de Morón contará con representantes de la corona en sus instituciones de gobierno.
En la primera mitad del siglo XIV, son continuos los intentos por repoblar las villas de frontera debido a la continua escasez de población por la situación fronteriza con el reino de Granada.
En 1349, el maestre de la Orden, Fernán Pérez Ponce de León, otorga una serie de derechos a los vecinos de la villa para atraer más población y favorecer los intercambios económicos. Es posible que durante su mandato se empezase a construir la Torre del Homenaje del castillo.
Por estas fechas se debió empezar a construir el recinto amurallado de la villa para proteger a la población que se debió empezar a asentar a los pies del castillo.
En la segunda mitad del siglo XIV, tras la derrota de los benimerines en la batalla del Estrecho se dio una situación de estabilización económica y política de las zonas fronterizas con el reino de Granada, permitiendo un aumento del número de repobladores.
Durante el tiempo que la Orden de Alcántara estuvo al frente de la villa y fortaleza de Morón, se configuró la primitiva planta del recinto, configurada por las torres B, D, F, H, I, J, M y los lienzos II, IV, V, VII, VIII, Xa.
Se trata de una planta de forma ovalada, cuyos ejes longitudinales siguen una dirección Noreste – Suroeste, siendo el recorrido de la muralla muy parecido al que se conserva actualmente y ocupando una extensión de unas 2 hectáreas. Parece que tanto la disposición de las torres como la de los lienzos de muralla se adaptan a la topografía del cerro, aunque se ve cierta regularización del trazado de la muralla.
Las torres y lienzos se disponen de forma segmentada, es decir, no es posible el paseo continuo a través del adarve, impidiéndose el acceso de una torre a la otra por el paseo de ronda, debido a la adaptación a la topografía y por motivos defensivos.
El procedimiento constructivo empleado se basa, principalmente, en la mampostería.
TORRES (B, D, F, H, I, J, M): Presentan una gran uniformidad formal, aunque su flanqueo es bastante irregular, ya que las distancias entre las torres oscilan entre los 20 y los 40 metros, dependiendo de las características del terreno. Estas torres son de planta rectangular, más larga que profunda y de dimensiones variables. Los lienzos se suelen unir a las torres por su parte trasera, excepto la TORRE I que lo hace en el centro del paramento. Se levantan sobre afloraciones de roca natural y aquellas zonas en las que la planta no lo cubría todo, se completaba con mampostería. Sobre esto, se dispuso en podium o basamento escalonado, en el que se apoyaba el resto de la construcción.
Los paramentos exteriores presentan en las esquinas una cremallera de sillares creados por la superposición de una hilada colocada a tizón y otra colocada a soga y tizón. El resto del paramento se revestía con mampuestos calizos de forma ovalada dispuesto en hiladas horizontales que siguen la altura de los sillares de los ángulos. Toda la superficie de estas torres estaba cubierta por un grueso enlucido de cal que combinaba motivos decorativos cuadrados y circulares por hiladas. Este enlucido se ha perdido en su totalidad y apenas quedan testimonios de ello.
El interior de los paramentos estaba relleno de un potente hormigón formado por un compacto y resistente derretido de cal y piedras calizas blancas, yesos, calizas margosas, etc.
Según la documentación escrita y gráfica que se conserva, el acceso al cuerpo de guardia se hace únicamente desde el paseo de ronda, altura a partir de la cual se desarrollaba una cámara interior. El vano de entrada estaba realizado de sillares y se ubicaba, tal y como podemos ver en las torres H e I, en el centro del frente interior (sin embargo, en la torre F se situaba en la esquina sur). Tan sólo la torre albarrana conserva la configuración original de su puerta, siendo un acceso adintelado decorado en sus esquinas superiores con 2 cuartos de círculo de piedra. Tras esta puerta se accedía siempre a un pasillo rectangular cubierto con bóveda de cañón y que facilitaba la entrada a la estancia interior, la cual es de planta cuadrada y está cerrada por una bóveda vaída (torres H e I) o una bóveda octogonal sobre trompas partidas (torre F). A la parte superior de las torres se accedía mediante una escalera, situada en el espesor de los muros. Las torres estaban rematadas en su parte superior con una terraza de planta cuadrada cerrada por un parapeto del que sólo tenemos vestigios en la torre albarrana.
La Torre M (torre del homenaje) se localiza en el interior del recinto fortificado, cuya fábrica original (que coincide con esta etapa histórica) se encuentra embutida en las obras de reforma que llevaron a cabo los condes de Ureña en el siglo XVI. Sabemos que se hallaba integrada en el cinto defensivo que rodeaba a la alcazaba. Su planta es rectangular, más larga que ancha y los lienzos se unían a ella por la parte trasera. Esta torre descansa sobre una potente zapata de cimentación hecha en piedra, excepto en una de las esquinas que lo hace sobre un afloramiento de roca madre. No poseemos datos sobre su revestimiento exterior, pero sabemos que está construida en tapial con sillares en la parte interior y también en las esquinas. Al interior de la estancia se accedía a través de un vano situado en el centro de la pared suroeste (en el piso inferior), el cual estaba cerrado con una puerta de una sola hoja. Tras ella, se abría un pasillo estrecho que comunicaba con la habitación interior, la cual era de planta cuadrada, sus paredes estaban enfoscadas con una capa gruesa de cal, pero no quedan restos de decoración y estaba cerrada por una bóveda octogonal. El acceso a su segunda planta se hacía mediante una puerta situada en la esquina sur que daba paso a una estrecha escalera abierta en el espesor del muro suroeste (esta segunda planta fue prácticamente destruida debido a las reformas llevadas a cabo por los Girones); de ella, sólo conocemos que el solado que cubría toda la estancia estaba formado por ladrillos rojos colocados a la palma. La torre del homenaje de Morón era conocida como tal desde inicios del siglo XV, sirviendo al mismo tiempo como residencia y como torre vigía.
LIENZOS: Se distinguen 2 modelos. El primero de ellos está formado por los lienzos IV y V, situados en la parte más elevada de la alcazaba o fortaleza y, prácticamente, se conservan todos sus elementos. Estos lienzos descansan sobre una potente cimentación de cal y mampuestos vertidos en una zanja abierta en forma de “U” y en las afloraciones de roca natural. Sobre esta base se levanta un amplio podium para reforzar la parte más baja de la muralla. Entre este podium y el paseo de ronda se eleva el paño de la muralla de mampuesto, de 2,30 metros de espesor y una altura de hasta 7 metros (el interior de este paño estaba formado por un conglomerado de piedras, barro y poca cal). Para proteger las juntas de la obra de mampostería se recubrieron las llagas con un grueso enlucido de cal, mientras que el revoque del sector inferior combina motivos decorativos cuadrados y circulares por hiladas mientras que en el resto de la muralla se va adaptando al trazado de los intersticios. En cuanto al remate superior (paseo de ronda, parapeto y almenado) hay pocos datos conservados.
En cuanto al segundo modelo de lienzo (tramos VII, VIII y X) está documentado de manera desigual y se trata del tramo que delimitaba la ciudadela. En cuanto a técnica constructiva, material, etc. es muy parecido al tramo anterior, pero sus proporciones son más modestas, ya que el grosor de los muros se sitúa en torno a 1,50 metros y la altura de los paños se sitúa en torno a los 5 metros. A diferencia del anterior, estos lienzos carecen de basamento y lo que presentan es una inclinación en su parte inferior (ataluzamiento), revestida de mampostería de mayor tamaño y más regular que la del resto del muro. Carecemos de datos sobre la parte superior, ya que estas estructuras sufrieron un gran proceso de destrucción durante los siglos XVI – XIX.
PUERTAS: En el costado norte de la torre B y protegida por el lienzo II de muralla, se encuentran los restos de una torre – puerta, a la cual se accedía desde el camino conocido como Cantillos del Collado.
El recinto fortificado de Morón está dividido en 2 sectores: la alcazaba superior y la ciudadela, encontrándose la torre del homenaje en el paño que separaba los 2 recintos.
Podríamos situar el proceso de construcción de la fortaleza en el tercer cuarto del s. XIV.
Tras la subida al trono de Enrique II de Trastámara (1369), se desarrolla una política de concesiones de privilegios a las villas, de los que Morón se vio beneficiado. Los privilegios que se otorgaron dieron a la villa un mayor grado de autonomía, consolidando sus instituciones de gobierno (judiciales, administrativas o militares), así como los privilegios concedidos a la Orden de Alcántara.
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