Yacimientos de dudosa entidad

• BALBUÁN III: Situado sobre la ladera de un cerro, el material recogido hace pensar que se trata de restos procedentes de Balbuán I.
• TALAVERA: Junto al arroyo Talavera, en la falda de un cerro. El material arqueológico es reducido y sólo parece apuntar a la existencia de actividad durante un periodo Ibérico Inicial.
• CARDACHAPINES: Se emplaza sobre la ladera este de un cerro, al sur de la sierra de la Sanguijuela. Presenta escasos restos de época ibérica.

Estos yacimientos nos permiten ver como se sitúan sobre cerros con alturas superiores a los 300 metros, que permiten una fácil defensa y un campo visual de amplia extensión. También se encuentran cercanos a vías naturales frecuentadas desde el Calcolítico y cercanas a cursos de agua.

La cantidad de poblamientos van disminuyendo a partir de la segunda mitad del siglo III a.c., debido a las tensiones bélicas entre cartagineses, turdetanos y romanos; aunque muchos de ellos continúan hasta época altoimperial romana, mostrándonos los indicios de una implantación romana en el territorio.

Ante la falta de estudios, no tenemos más información que nos hable sobre el poblamiento romano en nuestra localidad. Sólo contamos con hallazgos aislados de inscripciones.

Fidel Fita Colomé en 1909 da cuenta de una inscripción romana encontrada en el cortijo del Torrejón, cerca del río Guadaíra y a unos 8 kilómetros de Morón, que el autor sitúa en el siglo I por el tipo de letra:

Se trata de un ara funeraria de unos 89 cm. de altura, hecha en roca caliza, posiblemente, mármol. La pieza cuenta con molduras tanto en la base como en el coronamiento, donde se hallan 2 pulvini (2 almohadillas) con un focus (altar) circular de 26 cm. de diámetro.

El tipo de letra empleado se denomina capital cuadrada con tendencias librarías, que se caracteriza por estar en mayúscula y con trazos parecidos a la escritura en libros.

Las primeras noticias de la existencia de esta inscripción se remontan al siglo XVII y las ofrece Antonio Bohorques Villalón, en su obra Anales de Morón, diciendo que se halló en 1619 al abrir una serie de zanjas en el patio de la parroquia de San Miguel. Esta pieza está catalogada desde finales del siglo XIX, cuando Emil Hübner la incluye en el volumen II de su Corpus de Inscripciones Latinas. La pieza volvió a aparecer durante unas obras que se realizaron en San Miguel en 1978 y que pudo servir como cimentación como una de las construcciones que se localizaban en el cementerio de dicha iglesia. Actualmente, se puede observar en el interior de la iglesia de San Miguel.

Hasta aquí, los pocos vestigios que nos hablan de una presencia romana en nuestra localidad.