Su historia se remonta al siglo XVI durando desde el 6 de enero hasta el miércoles de ceniza, que posteriormente se fue acortando, para quedar con el tiempo reducido a los tres días anteriores al comienzo de la cuaresma. Se hace alusión a las “Carnestolendas” del siglo XIV, y ya en el siglo XVI, en época de Felipe II, se encuentran más referencias en torno a la celebración; en él se dice que en tiempos de carnestoladas se encargaban gran cantidad de máscaras y una especie de palos que servían para hacer ruido y dar al acontecimiento el júbilo que se merecía. Además, se traían músicos que portaban instrumentos de influencia morisca para amenizar la jornada.
El Carnaval de Morón era famoso y reconocido a nivel local y comarcal, eran muy numerosas las personas que se desplazaban para disfrutarlas.
Llegó a ser más atractivo que su renombrada feria de ganados.
A principios del siglo pasado, las diversiones del Carnaval , empezaban desde la mañana cuando se iniciaba el “juego de los cántaros”, a cargo de los mozos del pueblo, procedentes en su mayoría del campo. Éstos entraban en la ciudad echándose cántaros los unos a los otros, y y cuando un cántaro caía al suelo y se rompía, con el consiguiente jaleo de todos, el que debía cogerlo y no lo hizo estaba obligado a pagar al resto de la cuadrilla que con él iba, el cuartillo de aguardiente, que en cierta época costaba siete perras chicas.
Como es de imaginar, ya bien entrado el día las calles estaban llenas de restos de cántaros rotos y de mozos ebrios. Las risas y el aguardiente, desatadas, hacían de las suyas, y los vecino tenía que esconder sus cántaros, pues hasta entraban en las casas a por ellos para seguir el juego.
A las doce del medio día salían las comparsas, cantando sus coplillas, entre estas figuraba la de Bartola, Bartola Bernal Maldonado compuso, entre otras muchas, una copla hacia 1897, que se hizo famosa y perduró muy posteriormente.
Durante el carnaval, las máscaras llenaban las calles, las tabernas y los casinos, siendo en la Carrera, el centro principal de bailes populares.
También se organizaban concursos de desfile de carrozas engalanadas que transcurrían por el Paseo de la Carrera.
Toda esta importante celebración no hubiese tenido la suficiente garra como para movilizar y transformar todo un pueblo, si a niveles particulares y familiares no hubiera existido una predisposición colectiva e integradora, demostrando desde muy antiguo el arraigo del Carnaval en el municipio; la gran fiesta del aquellas gestas festivas en fechas, que no son las que han trascendido porque se escribieron, sino que en cualquier rincón de un barrio, en cualquier domicilio o barbería, el motivo festivo, la cancioncilla picaresca o jocosa estuvo siempre presente, con lo que se demuestra el carácter alegre de la gente de este pueblo.
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